Por la mañana temprano oí cantar al gallo y Edward se revolvió en la cama , me dio un beso y me dijo :
- Voy a levantarme, tengo que hacer una cosa.
- Es temprano.
- No te preocupes Bella, tú quedate en la cama y después nos veremos en la cocina para almorzar.
Como confiaba plenamente en Edward , me quedé en la cama , pero después de una hora , me levanté , me vestí y salí afuera a investigar . Me dirigí a donde se escuchaba el ruido ....
Edward estaba en el gallinero con un martillo y unos clavos , reparando la puerta rota. ( parece ser que el tabernero era muy vago y no hacía nada ). Después Edward arregló una ventana que no cerraba bien. Después reparó el escalon de madera , poniendo un tablón encima , clavándolo bien . En un descuido me vio observándole.
- Vaya, me has descubierto , je je je ! Estoy ayudando un poco a la tabernera .
- Ya veo - respondí.
Después clavó unos ganchos en la pared del cobertizo y cogiendo un rollo de cordel hizo un tendedero para tender la ropa.
- Es que dice que su marido nunca hace nada - me dijo Edward como excusa.
- Ya veo - dije . Estaba fascinada y me preguntaba qué habrían estado hablando anoche Edward y la tabernera . Sabía que él era capaz de transformar el caracter de una persona con un par de miradas y unas frases.
Al terminar sus arreglos de carpinteria , Edward me guiñó un ojo, fuimos a la cocina y se lavó las manos. Puso dos platos encima de la mesa , la hogaza de pan y un cuenco con mantequilla. Cortó unas rebanadas para él y para mi.
- Uhmmmm... mantequilla- exclamé.
- También hay miel.
Me comí una gran rebanada de mantequilla con miel. Edward también. Al poco rato escuchamos la voz de la señora Lucila :
- Oh , esto sí que es un hombre ! Vaya hombre !
Entró en la cocina
- Edward ha quedado todo perfecto ! Tú si que eres un hombre , y no ese vago de mi marido...
- Señora Lucila - dijo Edward reprendiendola.
- Es que es verdad, es un vago - dijo sentándose en la cocina con nosotros - Todavía está durmiendo.
- Pero él va a cambiar - dijo Edward - Ya sabe lo que hablamos anoche... EL está siempre con nosotros y nos acompaña siempre en los momentos buenos y en los malos. EL hará que su marido cambie.
Yo me quedé atónita. Creo que ahora comprendía de qué habían estado hablando Edward y la tabernera .
- Edward... podrías quedarte aquí con nosotros - dijo la señora Lucila de repente - Yo te pagaría un sueldo, lo que tu quisieras... También puede quedarse tu esposa.
- Señora Lucila, nosotros debemos viajar a Hispania . Debemos comenzar una vida allí - respondió Edward.
A pesar de que al principio la tabernera me había caído mal, ahora sentía compasión por ella , con ese marido vago, esa taberna y todo el trabajo solo para ella... Miraba a Edward como si él fuese su salvación . Creo que se había enamorado de él . Yo no me sentía celosa, sino asombrada.
La señora Lucila miró a Edward y dijo :
- Entonces, ¿no volveré a verte Edward?
- Sí, claro que si . Le escribiré . Le escribiremos contándole nuestra vida allá. Todos los meses le escribiremos una carta bien larga - dijo Edward.
- ¿ De verdad? - preguntó la tabernera y su rostro se iluminó de alegría.
- Sí.
- No sé leer bien pero desde ahora practicaré todos los días para leer tus cartas. Ja, ja,ja, ! Voy a calentar agua para que puedas afeitarte . Puedes hacerlo aquí en la cocina. Buscaré la navaja de mi marido. Está afilada y así te afeitarás mejor.
Y con rapidez puso agua a calentar y se fue.
- Pero... ¿que has hecho exactamente Edward ? - le pregunté cuando ella se fue.
- Je,je,je ....no soy yo Bella , es Cristo. EL cambia a las personas .
- Sí, es verdad - dije yo - EL cambia a las personas .
Después del afeitado Edward quedó radiante y guapisimo. Bueno.... estaba guapisimo siempre.
Se acercó la hora de nuestra partida . La tabernera puso en un saco de tela un montón de comida para nosotros . Hicimos nuestro equipaje y al despedirnos y pagar , la señora Lucila no aceptó nuestro dinero.
- Pero señora Lucila, queremos pagarle - dijo Edward.
- No, no hace falta , muchacho. Me doy por satisfecha con haberte conocido.
Edward abrazó y besó a la mujer mientras ella comenzaba a llorar.
- Que tengais un buen viaje hijos mios ....
- No es un adios para siempre, señora Lucila , es un hasta pronto- dijo Edward.
- Gracias por todo- dije yo.
Y alla dejamos a aquella mujer alta y grande, llorando como una cria de 13 años, mientras con el delantal se secaba las lagrimas .
No hay comentarios:
Publicar un comentario